mercoledì 6 maggio 2015

PEGASUS INTERNACIONAL – 2 (Español)




Estimados amigos:
Les presentamos el segundo número de PEGASUS INTERNACIONAL EN ESPAÑOL, que forma parte de blog italiano de Paolo Secondini
P E G A S U S - http://nuovanarrativa13.blogspot.it/
Desde que se publicó el primer número, en el mes de abril, han llegado muchos cuentos a la redacción de la revista en español, como una lluvia hispánica de fantasía y creatividad. Agradezco el entusiasmo de los amigos escritores. Los cuentos que no se publican en este número se publicarán próximamente.
Los autores no pierden sus derechos de autor y permiten que sus relatos se traduzcan a otros idiomas para los números subsiguientes de Pegasus Internacional.  Para que este proyecto siga creciendo, ruego a los escritores de lengua española interesados que envíen sus colaboraciones a  la responsable de la edición en español de Pegasus Internacional, Adriana Alarco
Mes de junio, 2015

Virginia Vidal – Chile
LA AMALGAMADA

 Transcurrió mi infancia entre pampa yerma, sol implacable y derroche de estrellas. Si el frío del desierto me acorralaba, oía los cuentos de mi abuelo. Algunas peripecias las vivió de refilón y las ajenas  se le fundieron en su memoria y las fue dando por suyas. Me fascinaba la Llorona, viuda de un minero que no alcanzó a escapar cuando estalló el tiro y lo aplastaron toneladas de piedra. Desconsolada ve en todo hombre al suyo y le pena, aterra y paraliza  al sorprenderlo en los senderos de la noche.
—Todavía estaba apegado a las pretinas de mi padre cuando ocurrió algo fantástico. Llegó a Tierra Amarilla,  bien plantado y altanero, Francisco de Echeverría y Guzmán. Los mineros puestos en fila, —cotonas blancas, culeros de cuero, bien sujeta la poruña de cuerno— saludaron a su esposa Teresa y a la condesa Elisa de Borbón, prima de Eugenia de Montijo: la mismísima emperatriz que con su marido Napoleón III les apadrinó la boda.
El relato de Delfín Negro me transportaba a un mundo de ensueño.
—Doña Teresa Blanco, hija del almirante héroe de la guerra contra el Perú, envuelta en un celaje malva, la cara dibujada por el encaje de la sombrilla, contemplaba rendida al marido, pero su altivez le impedía posar sus ojos en los sirvientes y peones deslumbrados.
La pausa del sorbo de té me parecía interminable.
—Echeverría descendía de puros mineros de Illapel, Huasco y Copiapó. Hijo de don Juan José, potentado de Chañarcillo, tanta era su riqueza que lo mentaban Montecristo. Dueño de tesoros incalculables, satisfacía cualquier capricho de su mujer: si se le antojaba comer pescado, mandaba una cuadrilla a cruzar la provincia para transportar congrios colorados  vivitos y coleando en tinajas con agua de mar...  Una idea de su natural la dio al perder los estribos cuando fracasó la Revolución de 1851. Ordenó suspender el laboreo y repartió aguardiente brindando por la proscripción de Bilbao y Arcos, explayándose en elogios al presidente Montt, alabándole la medida de dar doscientos palos a cada sublevado. Luego supimos que no se conformó repartiendo champaña en la calle, pues armó la fiesta en su palacio santiaguino y agasajó con regalos, manjares, vinos y licores muy finos a sus invitados; hasta hizo forrar de seda las paredes y el techo de los excusados para que las damas se sintieran a gusto...
—¿Y qué tuvo que ver el niño Negro?
—¡Ah! A Gancho Rosales y a mi padre les encomendó ser guardaespaldas de doña Teresa y de su amiga y llevarlas a la casa del fundo Punta del Diablo. Por supuesto,  yo iba a la cola. Gancho las instaló en el corredor y las entretuvo ofreciéndoles muestras de amonitas petrificadas, crisolitas, cuarzos, granates. Muy serio, se reía por dentro ante los aspavientos de las mujeres porque esas piedras ásperas eran materia de joyas preciosas. La condesa se encaprichó con un trozo de jaspe amarillo y sus ojos se quedaron pegados en la muñeca de Rosales; su mirada le empapó la gota de sangre cuando él se cortó con un filo y se llevó el dedo a la boca. Ufana, la dueña le mostraba a Elisa el horizonte cuajado de cerros y volcanes que escondían vetas de oro y plata… Parla que te parla, sin mirarlos siquiera, ordenó:
—Delfín, tráenos limonada y frutas.
—Subí a la higuera, mi padre puso en la cesta sobre hojas los higos que yo le alcanzaba: se llegaban a rajar destilando su miel. Agregó duraznos y uva moscatel. Cortó unas rosas y las prendió en las asas. Por primera vez, doña Teresa lo miró a los ojos y comentó:
Para que veáis, Elisa, aquí hasta los rotos tienen buen gusto...
Mi tata se adentraba en los recuerdos y yo temía que no siguiera hablando, pero prosiguió:
—Después nos tocó acompañarlas a la planta de beneficio de Totoralillo. Los hombres admiraban a esas criaturas que empalidecían todo espejismo, ellas agitaban sus manitas intentando disipar la nube de polvo y vapor de la molienda de minerales. Parloteaban sobre el misterio del oro que requiere el azogue para separarse de toda impureza, no sin antes esconderse en rocas que pulverizarían dos descomunales ruedas de piedra girando implacables sobre su eje. Esta máquina hidráulica era el orgullo de don Francisco y la envidia de otros mineros de la región. Doña Teresa campaneaba su vestido de organdí recogido a la cintura en mil pliegues, algo corto, dejando ver los vuelos y valencianas de los calzones. En vano, le tironée el pantalón a mi padre cuando sentí el peligro. Tan embobados estaban que no advirtieron el instante terrible. Doña Teresa, ágil como chinchilla, llegó al pie del molino, se encaramó a la orilla de la palangana, pero en un santiamén le fue cogida una punta de la enagua. No hubo poder humano capaz de arrancársela: el trapiche molió metal y carne delicada, huesos y guijarros y el llampo de la señora corrió al caño donde, mezclado con agua, corría a decantarse para dejar el oro... Echeverría ordenó  poner a los trabajadores en el cepo y azotarlos, indiferente a su pesar, terror y dolor. Me las ingenié llevándoles agua y un embudo para que tragaran. Mi papá decía resignado:
—Qué le vamos a hacer, compadre, ningún sufrimiento tiene comparanza con la pérdida de ese hombre. Ni todo su oro lo va a aliviar.
Gancho sólo exclamó:
—Se jodió Montecristo.
Pero un raro rumor empezó a correr y penetrar en todos los rincones como la camanchaca. De boca a oreja se comentaba algo jamás confirmado: doña Teresa se lanzó de adrede al trapiche, porque su marido, tahúr incorregible,  la noche anterior la apostó y la perdió. Pero ella no estaba dispuesta a darse en pago...
—¿Se jugaban hasta a la misma mujer?
—También a hijas y hermanas...Yo creo que la Llorona tuvo celos de doña Teresa y la convirtió en la Amalgamada que persiguió a Francisco, hasta que se aferró a él,  lo hizo naufragar y lo arrastró al fondo del mar...
Virginia Vidal - Nota biográfica:  Escritora y periodista chilena. Nació en Santiago de Chile. Consejera del Consejo de Monumentos Nacionales representa a la SECh. Colaboradora de  la revista “Punto Final”. Última novela publicada: Agustina la salteadora a la sombra de Manuel Rodríguez (Ceibo Ed. 2015). Encargada de prensa del Instituto de Arte Latinoamericano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile de 1971 a 1973, colaboró en la organización del Museo de la Solidaridad “Salvador Allende”. Exonerada de la Universidad de Chile en diciembre de 1973. Trabajó en el programa “Semana Cultural” del Canal 9 de TV de la Universidad de Chile hasta el 7 de septiembre de 1973. Exonerada de la Empresa Editora Horizonte Ltda. 11.09.1973.En 1976, salió al exilio, a Belgrado. Por decreto, la dictadura le prohibió el regreso al país. Pudo retornar en 1987. Miembro del consejo de redacción de la revista Araucaria. (1978-1990). http://virginia-vidal.com/

PATRICIA NASELLO – Argentina
RETRATO DE MUJER CON ASESINO
 “Como un granjero observa picotear a la gallina que enviará a la olla, el despiadado asesino a sueldo mira a  su próxima víctima, Soledad Ventura, una belleza ajada por los años, quien, al momento en que el homicida posa en ella la mirada, se encuentra de espaldas al sol de la siesta y a los árboles con sus hojas de otoño”.  Sentada sobre su sillón favorito de espaldas a la ventana que da al patio, Soledad Ventura, súbitamente paralizada, observa el libro con espanto.
Unas horas después, el marido, un joven en cuya piel parece resguardarse el verano, irrumpe en la habitación donde ella comenzara la tarde leyendo con placer.
—Necesito una ambulancia para mi esposa —su grito en el teléfono se escucha desesperado.
Luego, con movimientos tranquilos, quita el libro de las manos agarrotadas de su mujer y, antes de guardarlo en la biblioteca, coloca un abultado fajo de billetes entre sus páginas —sin embargo el libro se cierra con comodidad: como si una energía inherente a la ficción hubiera tomado el dinero—.
El día declina, comienza a silbar el viento y las hojas vuelan de los árboles.

CUADROJO
 Vierte agua en el cantero de los rosales. Mañana cortará los pimpollos para llevárselos a ella. Serán las bodas de oro y  es el único modo de comunicación que la vida, o la muerte quién podría decidirlo, ha dejado. Son las siete  treinta de la tarde, falta una hora, Aníbal no lo sabe.
Tanda publicitaria, violencia y horror sin solución de continuidad. El dolor lo vuelve intolerante, apaga el televisor. Sus ojos se quedan fijos sobre la pantalla negra hasta que, por solidaridad tal vez, bajan hacia la palma izquierda. Es raro, no es su vieja artrosis, no son los huesos que duelen. Es la piel, las venas ennegrecidas que se hinchan y trazan un dibujo. Desde los bordes aparecen líneas, un laberinto cuyo centro es un hombre que duerme en posición fetal.
—Un cuadro. Alguien. Un cuadrojo.
No ha tomado alcohol, no sueña, no delira. Ha inventado una palabra, eso sí. Ha designado al hombre dormido como un cuadrojo, quizá porque su senectud haya fundido en una  palabra la idea, poco elegante y engorrosa “veo un cuadro inexplicable en mi palma izquierda con mis propios ojos”.
El cuadrojo dormido le inspira temor, no porque lo intuya malo, sino poderoso. Quizá, si le regalara una rosa, si ahuecara la mano y depositase allí la flor en prenda de amistad, lo tendría de su lado. No, las rosas son de ella.
Ocho treinta, el cuadrojo cambia de posición. Aníbal contiene el aliento. 

OFICIO DE FAMILIA
Juntos, la anciana (hombros generosos, rostro como tierra que alguna vez fue lecho de río, espalda agobiada) y el niño (palos quebradizos por piernas, ojos precavidos), recolectan flores antes de que el sol asome tras las montañas. Juntos las acomodan, esmerada y delicadamente, en una amplia cesta de junco que ella sostiene. Juntos las ofrecen por las calles de la ciudad.
Los citadinos (corazones ansiosos, hedor a desesperanza) no acostumbran recibir en oferta algo a cambio de nada, la generosidad  de estos dos extraños a algunos, incluso, los agrede. Por tal motivo, no todos reciben el obsequio con agrado, están los que responden con descortesía e incluso con rabia. Entre estos últimos y para asombro de los floristas, un hombre llega a sacar la cabeza por la ventanilla del auto que conduce y pregunta a los gritos: “¿La vieja te obliga a juntar flores?” El niño rehúye con vergüenza ajena la mirada.
Cuando el cielo indica que la noche es inminente, se marchan. Caminan el sendero que hace siglos nadie transita, ése, tan de ellos, que se eleva a cada paso, amador de nubes, el sendero que los viera pasar trenzando flores para las mujeres del Inca.  Puesto que la ciudad que acaban de visitar, luego de tanta ausencia, se fundó al precio del holocausto de su nación, lo visto les alcanza para concluir que los blancos no han aprendido nada desde entonces, no aprenderán nunca.
Patricia  Nasello (Argentina, 1959)  Editora  de MICROFILIAS, Revista Trimestral de los Géneros Breves en Español. Publica LIBROS AL ALBUR, (Sevilla, España).  Ha sido publicada en periódicos,  revistas culturales y antologías de cuentos— Argentina, España, México y Rumania—, como así también en el libro de texto escolar “Lengua, Prácticas del lenguaje 6” (2012, Kapelusz-Norma Ediciones, Buenos Aires, Argentina) y "Teatro X la identidad —2010/2011—" editado por el el Ministerio de Educación de la Nación Argentina. Algunas de sus ficciones fueron distinguidas con traducciones al inglés, francés, rumano e italiano.

JOSÉ CARLOS CANALDA – España
BODA MACABRA
Noche de Ánimas en un cementerio vacío de vivos, pero repleto de muertos. Muertos felices, porque se va a celebrar una boda.
Él es el esqueleto descarnado de alguien que falleció víctima del cáncer. Ella es una masa putrefacta a quien el destino se le apareció en forma de accidente de tráfico. El oficiante es la propia Parca que, ataviada con su mejor sudario, imparte sus bendiciones desde el altar de una fría lápida.
Los invitados, todos aquellos que yacen allí olvidados, bailan alegres bajo los descarnados acordes de la Danza Macabra.
Lejano resuena el quebrado cantar de un gallo. La aurora se acerca, y llega de nuevo el tiempo de los vivos. Todos desaparecen bajo sus tumbas, aparentemente muertos... sólo aparentemente.
LA BODA DEL PRÍNCIPE
Érase una vez un pequeño reino. Su rey tenía un único hijo, pero el príncipe rechazaba a todas sus pretendientes.
Un día, una misteriosa joven llegó al reino. Nadie sabía quién era ni de dónde procedía, pero todo el mundo alababa su excepcional belleza. La joven fue llamada a palacio, y el príncipe se enamoró perdidamente de ella. Poco después se celebraba la boda real.
Todo era alegría en el reino, pero durante la noche de bodas se oyeron gritos espantosos en la cámara nupcial, y a la mañana siguiente el príncipe apareció muerto.
Poco después se sabría que su esposa era la Muerte disfrazada de doncella. Desde entonces la Parca es la soberana del reino, que ya nunca fue un lugar feliz.

DESAHUCIO
También a mí me ha llegado la hora. Me desahucian, como a tantos otros antes y como a tantos otros desahuciarán después. Así pues, me veré obligado a abandonar el que fuera, durante tantos años, mi único refugio frente al mundo hostil que me rodea. No era un palacio, ni tan siquiera una vivienda modesta, pero era mi único hogar.
Ya se acercan. Oigo sus pisadas, e imagino su afán por arrojarme al exterior privándome del único bien que poseía. Porque no se me perdona que sea un ogro, y hasta el cobijo de esta pobre cueva me niegan. 

UN DESEO FALLIDO
No, no puede decirse que Juan Sánchez Pérez, más conocido como el Morcilla, sea un tipo de suerte; toda una vida sobreviviendo de mala manera en los suburbios de la gran ciudad y, cuando un buen día encuentra una lámpara maravillosa, desperdicia totalmente la ocasión...
Claro está que el pobre tiene la mala costumbre de lanzar una exclamación siempre que algo le sorprende, y lamentablemente ésta suele ser “¡Que el diablo me lleve!”
Naturalmente, no ha tenido todavía ocasión de solicitar ninguno de los dos restantes deseos; y es que, desde hace milenios, los genios nunca han tenido la menor influencia sobre los asuntos infernales.
UN BUEN VIAJE
El acorazado imperial, atacado por una bandada de furiosas navecillas, vomitaba destrucción por todas sus bocas.
Ante él vio desintegrarse la nave de uno de sus compañeros, tan frágil como la suya propia. Él tuvo más suerte, esquivando por poco la letal caricia de un láser de gran potencia al tiempo que lanzaba una bomba al interior de una escotilla providencialmente abierta.
Huía, cuando el mensaje le llegó por el intercomunicador:
Próxima parada, Sol. Enlace con líneas...
Todavía adormilado, abandonó el vagón de metro camino de su quehacer cotidiano. Había sido un buen viaje; lástima que durara tan poco.
José Carlos Canalda (Alcalá de Henares, España, 1958) es doctor en Ciencias Químicas por la Universidad de Alcalá de Henares y trabaja en un instituto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (C.S.I.C.) en Madrid. Aficionado a la ciencia ficción desde muy joven, cultiva tanto la vertiente del ensayo como los relatos. En su página personal http://www.jccanalda.es tiene publicada la mayor parte de sus trabajos dedicados a este género, tanto relatos como artículos y ensayos.

ADRIANA ALARCO – DANIEL SALVO – BETO BENZA
CUENTO COMPARTIDO - PERÚ
EL RUMOR
Eulogia vive en Huancavelica, cerca de las minas de carbón. Escucha rumores cuando nadie oye nada. Quizás existen sólo en su mente. Es una joven creativa porque inventa personajes que le conversan y la alejan de su propia soledad.  Una vez percibió aterrada el fragor del tren que se acercaba con furia y eso la hizo saltar del  lecho pensando que iba a ser aplastada. Escucha manadas y enjambres dentro de su cabeza, y vive escabulléndose de su propia vida.
Dado que no hay psiquiatras por donde vive, Eulogia no ha recibido tratamiento ni consejo alguno. Y con el transcurso de los años, la intensidad de los rumores que escucha dentro de su cabeza se ha incrementado. Una vez la sorprendieron con un cuchillo en la mano, haciendo un ademán de llevárselo a la sien. "Quiero que salgan", dijo. "Para que se callen".
Los sonidos eran cada vez más incesantes. Un día sintió un temblor. El ruido sonó como una pisada que se acercaba y solamente atinó a taparse con las frazadas. Cada vez se escuchaban los pasos más fuertes y aparecían grietas en las paredes. El ruido sonó estruendosamente al acercarse. Y esa fue la última vez.
Adriana Alarco: www.adrianaz.it
Daniel Salvo (Perú, 1967). En 2002, inició la publicación del sitio web, actualmente blog, “Ciencia Ficción Perú”, con el propósito de apoyar la difusión del género y de autores peruanos. Ha publicado cuentos en diversos sitios web y también en publicaciones españolas, argentinas, peruanas y norteamericanas. Su cuento “El primer peruano en el espacio” fue incluido en la antología “The Apex Book of World SF 2", publicada en 2012.
Alberto Benza González (Perú, 1972). Durante 2013, le otorgaron el premio al Microrrelatista del año en el hemiciclo Raúl Porras Barrenechea. Algunos de sus microrrelatos se encuentran antologados en ediciones diversas de Argentina, España, Francia, Italia, México y Puerto Rico. Actualmente mantiene una web dedicada a la minificción: http://micropolis.pe/



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